viernes, 6 de mayo de 2016

Ernesto Sábato, 5 años de su adiós


           Hace cinco años murió Ernesto Sábato, el ilustre escritor argentino, Premio Cervantes entre tantos otros galardones.
           Nacido el 24 de junio de 1911, en la ciudad bonaerense de Rojas, levantó  el vuelo el 30 de abril de 2011.
           Sus estímulos intelectuales, siempre lo señalaba, fueron alentados por el humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña. Recuerdo que estuve en la República dominicana, invitado al traslado de sus restos. 
Hacia 1930 Sábato ingresó en la Facultad de Matemáticas en la Plata, y gracias a Bernardo Houssey, se especializó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie, en Francia. Regresó dos años después a la Argentina, para dedicarse a la literatura.
           Y así fueron llegando sus destacadas novelas. Albert Camus hizo editar en París la primera de ellas, “El túnel”, a la que siguieron sus libros de ensayos.  En los 80 participó en la CONADEP y escribió, agobiado,  los testimonios de desaparecidos, en su digno y valiente “Informe Sábato”.
Desde la adolescencia, admiré su novela “Sobre héroes y tumbas”, seducido como suele ocurrirnos en la “edad en llamas de la adolescencia”, al decir del poeta Petit de Murat. Y después por “El escritor y sus fantasmas”.
Y luego, yo también fui uno más de los jóvenes que recurrimos a él, sabiendo que seríamos escuchados. Lo hice enviándole mi primer libro, “La espera” y  recibí su respuesta rápidamente. Luego de ese primer mensaje, muy estimulante, fueron llegando nuevas cartas. Lo veía personalmente en la Feria del Libro en Buenos Aires. Tengo una foto de uno de esos encuentros. Fue maestro y amigo.
En sus numerosas misivas Sábato me  hablaba de diversos temas.  Me contaba que se iba a París para recibir el Premio Medici por su novela “Abbadon el exterminador”. Me decía que no debía desanimarme en la angustiosa tarea de crear. Me contaba que su esposa Matilde le había leído una tarde un cuento mío. Cosas así.
 Cuando le concedieron el Premio Cervantes, en España, yo escribí sobre ese galardón en mi columna de “El País” de Montevideo, y poco después recibí del maestro Sábato una carta donde me decía: “Gracias, querido y generoso Rubén… Matilde me leyó el artículo sobre el premio Cervantes, que me conmovió (nos conmovió) profundamente; una nueva muestra de su calidad espiritual y de su inalterable sentimiento de amistad, para mí uno de los atributos que más admiro en los seres, tan propensos como somos a la deslealtad,  a la cobardía, a la mezquindad”.
 Sábato dio a conocer, con muchos años ya, los libros “Antes del fin”, “La resistencia” y “España en los años de mi vejez”. Paralelamente, el maestro se dedicó también a la pintura.  Y levantó el vuelo un mes y medio antes de cumplir 100 años.
Hoy, su voz perdura en sus libros, intocada por el tiempo.