jueves, 7 de julio de 2016

Los Sanfermines eternos

               



El jueves, como todos los 7 de julio, se iniciaron los Sanfermines.
Desde la puerta del Café Iruña, en Pamplona, veo la Plaza del Castillo, donde acontecía todo aquello que en los Sanfermines de entonces atrajo a Ernest Hemingway por primera vez a Pamplona, hace 93 años. Llegó acompañado por su primera esposa, viajó, aconsejado por Gertrude Stein. Y desde entonces, los Sanfermines fueron para él una cita ineludible así como el tema esencial de varios de sus libros, en especial, su famosa novela “Fiesta”, que fue también llevada al cine.
Pero sólo una parte de cuanto vio Hemingway sobrevive. Entre ellas, el disparo del Chupinazo, a las doce del mediodía, que data de 1941.
Pamplona lo recuerda anualmente. Hay pasacalles en su homenaje.
            Hablar de Hemingway  en Pamplona es hablar del café Iruña, que fue el lugar común de todas sus visitas. Allí bebió incontables botellas de vino y cognac,  acompañado por figuras tan célebres como Ava Gardner. Hoy, en este famoso café de Pamplona, apoyada al mostrador, tenemos su estatua de bronce, de tamaño natural. Junto a  ella, todo el mundo bebe una copa. No lejos del mostrador, junto a la escalera que lleva al primer piso, está aún la pequeña mesa donde Hemingway solía escribir.
Desde el Café Iruña tenía una visión privilegiada de la Plaza del Castillo.
Basta cruzar la calle para llegar al Hotel La Perla, a cuya propietaria de entonces, llamada Ignacia Erro, Hemingway consideraba su benefactora. Ella le cedía siempre la habitación 217, la que hoy no se alquila, con sus dos balcones a la calle Estafeta, para ver los toros.
            Y allí a metros del café Iruña (en el 26 de la Plaza del Castillo) está, desde 1941, la librería de Gómez S.A., donde pude comprar una nueva  edición de “Muerte en la tarde”, cuya carátula muestra al joven Hemingway y su esposa Pauline, en la plaza de toros. Es la primera edición castellana idéntica a la inglesa de 1932, e incluye las fotografías de aquellas lejanas corridas.
      La relación de Hemingway con Pamplona es una clave para comprenderlo mejor: llegó como periodista y se marchó como novelista. Su primer artículo sobre los Sanfermines fue un reportaje donde habla de la primera corrida de toros que presenció en su vida. Luego, Hemingway se convirtió en escritor de cuentos y de novelas y, al decir de García Márquez, en el escritor que más ha influido en quienes tienen su mismo oficio.
         En el Café Iruña redacté mis apuntes para las crónicas de este mundo tan seductor y celebrado. Conocí el Hotel la Perla. Y bajo el limpio cielo azul de Pamplona recorrí la Plaza del Castillo.
         Emociona saber que estos recorridos hizo el querido y barbado maestro de “Fiesta”, “Muerte en la tarde” y “El verano peligroso”, al que podía imaginar con su barba blanca, penacho de su fama, caminando por este mundo al que dio ancha fama y del cual él nunca acabó de irse del todo.