miércoles, 14 de marzo de 2018


“Shakespeare and Company”



Ruben Loza Aguerrebere, en “Shakespeare and Company”

Se publicó en la revista española LasdosCastillas.net
y quien desee leerla allí hace un clic aquí.


La antigua, pequeña, caótica y fascinante librería que todos visitamos en París, “Shakespeare and Company”, en el barrio Latino, cumple 99 años. No comenzó, por cierto, ahí donde está ubicada hoy.
Una joven de Nueva Jersey, llamada Sylvia Beach,  es su creadora. Quería instalar una librería de autores americanos en París. Y tras conseguir todos los libros que pudo, la inauguró el 19 de agosto de 1919.
En las paredes colgaban dos dibujos: uno de Blake y uno de Poe, y en los escaparates se mostraban obras de T.S. Eliot, Chaucer, James Joyce, y varios ejemplares de revistas americanas literarias.
            Sylvia Beach llegó a París a los 14 años, con sus padres;  entonces comenzó la lenta seducción de esa ciudad. Su hermana, la hermosa Cyprian, era admirada por el poeta Aragon, enrolado en aquellos días en el dadaísmo.
            Importantísima ayuda le brindó, la no menos famosa Adrianne Monnier (una mujer robusta, rubia), quien tenía una librería en el número 7 de la calle de l’Odeon. En ese lugar, asimismo, se realizaban veladas literarias y musicales, a las que se había hecho asidua Sylvia Beach. Fue allí donde vio a Jules Romains, de uniforme, leyendo su poema pacifista “Europae”; donde vio a Gide leyendo poemas de Paul Valery, y a éste leyendo “Eureka” de Poe. En cuanto a los programas musicales, los participantes habituales eran Erik Satie y  Francis Pulenc.
            Más tarde, y ya en su propia librería, Sylvia Beach sería igualmente visitada. Uno de los primeros clientes que tuvo fue André Maurois; éste le obsequió un ejemplar de su libro “Los silencios del coronel Bramble”. Y entre los más asiduos se contaban Ford Madox Ford, Gertrude Stein, Sherwood Anderson y Robert McAlmon.
            James Joyce constituye un capítulo esencial en la vida de  esta librería. Sylvia Beach lo describía como un hombre “extremadamente atento y considerado con los demás”, y decía que todo lo que contaba Joyce era interesante. En esta librería, el 7 de diciembre de 1921, se realizó la primera lectura de la famosa novela “Ulises”, de James Joyce, de la que ella fue primera editora.
            Hemingway fue otro de los famosos clientes de la librería, desde los primeros días. El mismo lo cuenta en su hermoso libro “París era una fiesta”. Acaso una de las anécdotas más singulares, narrada por la propia Sylvia Beach en su libro de memorias, ocurrió en los días de la liberación de París, cuando Hemingway,  con uniforme de campaña y al frente de una columna de jeeps, ingresó al barrio y llamó a Sylvia, abrazándola en la calle, mientras la gente los aplaudía.
            Estos espisodios, aquellos visitantes, las antiguas ediciones, las numerosas fotografías amarillecidas de los lejanos días de vino y rosas, nutren el nombre de una librería que tiene un encanto muy particular.    Quien entra allí no se va sin un libro. Desde hace unos años, al comprador, si lo desea, le estampan un sello especial en el libro.
 ¿Qué mejor, para poder soñar con los ojos abiertos?